Un domingo cualquiera

La pasada Semana Santa será recordada por el nefasto tiempo que aconteció a lo largo de casi toda la semana impidiendo que un gran número de cofradías salieran a la calle para realizar su estación de penitencia.

He escuchado hace poco que una de las peripecias que más les gusta a los “capillitas” es la de recurrir a efemérides para poder fardar de que lo que se está viviendo esos días es histórico. Mejor decir que vivieron una Semana Santa histórica que un fracaso estrepitoso, y así contarles a sus nietos esas batallitas de Putas y Rifles que a nuestro redactor El Café Irlandés le gustan tanto.

Caras frustradas, niños que se quedan sin salir en su primer año como nazarenos, reliquias que, un año más, quedan encarceladas en su templo sin poder ver la luz del sol, y año tras año las mismas desgracias para unos pocos desafortunados que este año, por lástima, fueron bastantes.

Pero no toda la historia vivida estos días fue motivo de lágrimas. Aunque muchos no se acuerden o no se hubieran enterado, el deporte español jugaba un bonito choque contra la semana sevillana por excelencia, y no me refiero a ese carrusel de Clásicos que está viviendo el fútbol. La Virgen de la Macarena durante un día dejó de llorar por la muerte de Joselito y esbozó una sonrisa el Sábado de Pasión al enterarse que el equipo de su ciudad, ese que une a la afición verde con la roja, había conseguido el pase para una final europea por primera vez en su historia.

El Domingo de Ramos, pues, sí fue fecha histórica para esta ciudad (que tomen notan esos capillitas para contar sus batallitas). El Cajasol llegó a Treviso con muchas ganas y ambición. No le sirvió para ganar aquella bonita final, pero al menos sí consiguieron recordarles a algunos en esta ciudad que no todo es fútbol y Semana Santa, y que una portada del periódico también la puede ocupar un modesto equipo de baloncesto. Por eso, este Domingo de Ramos, sí fue histórico

La leyenda del mago galés

Ser el único jugador que ha marcado en todas las ediciones de la Premier League (y van 19). Ser el jugador con más partidos de la historia del Manchester United. Ser el mejor jugador de la historia de Gales, y un sinfín de condecoraciones más. Haberlo ganado todo a nivel de clubes. Son cosas por las que un jugador se gana el apodo de leyenda. Ryan Giggs es una. Una leyenda viva del fútbol, de uno de los 10 mejores equipos del mundo. Un ejemplo de profesionalidad, y es que seguir compitiendo al máximo nivel en una competición en la que el físico prima sobre la técnica con casi 38 años no está al alcance de cualquier futbolista. Giggsy es diferente. Es uno de esos extremos de los 90 que desbordaban Europa con su velocidad y su cambio de ritmo. Hoy en día sigue deslumbrando con su exquisita zurda, capaz tanto de asistir, como de marcar goles de bellísima factura, de templar el balón, de crear fútbol, de ponerlo en la franja del campo que desee. Porque cuando Ferguson lo necesita, está ahí. Si debe jugar de lateral, lo hace, y sigue subiendo la banda como si de un juvenil se tratase. Si debe jugar por el centro, se disfraza de organizador y es capaz de ser el motor del equipo. La prolongación perfecta del preparador escocés en el campo. Y es que jugadores como Giggs hay pocos, y desde luego, saldrán pocos más.

Su eliminatoria en Champions frente al Chelsea certifica que está en un momento de forma impensable para un jugador de su veteranía. En la ida demostró que sigue siendo un extremo de los de antes. La jugada que termina con el gol de Rooney la podría firmar cualquier superclase. Balón que cae del cielo londinense como nieve y que Giggs mata con un control orientado a la espalda de Bosingwa (a estas horas sigue buscando su cintura) y toque raso para que el 10 de los Reds fusile. En la vuelta volvió a ser decisivo con otras dos asistencias. En el primer tanto, entra por la derecha con rapidez y pase de la muerte a Chicharito -mención aparte merece también este jugador, todo balón que llegue al área lo manda al fondo de las redes- y en el segundo, una contra del libro, de las que le gustan a Fergie, que Giggs finaliza con un pase al hueco dejando sólo a Park. Si lo hubiese firmado Xavi, a nadie le extrañaría.

Su duelo en semis frente a otro clásico, Raúl González, viviendo una segunda juventud en Gelsenkirchen (no se puede decir lo mismo de Giggs, ya que la regularidad es otro factor que marca su carrera) determinará quien se enfrentará al campeón del clásico español, que copa las portadas de los diarios restándole importancia a estos dos viejos rockeros que tantas tardes han hecho disfrutar al espectador objetivo de fútbol.

Nadie sabe hasta cuando seguirá Giggs. De momento está atado un año más al club de su vida, uno de los últimos One Club Men. Lo único seguro es que, mientras juegue, seguirá acrecentando su leyenda, que ya tiene un nombre bordado con letras de oro en la historia del fútbol.

Una desilusión de color

Admitámoslo, las esperanzas e ilusiones que casi todo el planeta tenía en el actual Presidente de los EEUU, Barack Obama, se han ido desvaneciendo con estos primeros años de mandato. Todos nos preguntamos qué ha sido del hombre que iba a cambiar el mundo; el hombre que apostaría por la Paz Mundial, por llevar a cabo la gran reforma sanitaria que su país necesita, el hombre que cerraría Guantánamo, que terminaría con la crisis mundial, que bajaría las tasas de paro de su país- ahora en su máximo histórico- en definitiva, el hombre del YES, WE CAN.

En su favor podríamos decir que no fue por falta de ganas, pero sus grandes promesas electorales, Guantánamo y la Reforma Sanitaria, eran quimeras que cualquiera de sus asesores políticos- o cualquiera que entienda un poco sobre política- sabía perfectamente que eran inviables.

¿Qué se suponía que implicaba cerrar un campo de concentración y tortura, en tierra de nadie, con el mayor número de criminales por metro cuadrado del mundo? La extradición de los presos no iba a suponer, en ningún caso, un aumento de cariño hacia ellos en sus nuevos lugares de acogida. Ante la falta de voluntarios para dar la bienvenida a criminales, una vez cerrada, se tuvieron que volver a abrir las puertas de este espeluznante lugar.

El otro gran punto, la Reforma Sanitaria, es una necesidad evidente. El país más poderoso del mundo no puede poner la “Seguridad Social” (un concepto inexistente allí) en manos exclusivamente de los que se la puedan permitir. Pero el problema es visible. En medio de esta crisis mundial es imposible realizar un gasto tan costoso como hacer del seguro privado un servicio público.
La imagen interna del Presidente se ha desvanecido bastante. Su partido perdió las elecciones del Congreso, por lo que casi todos los intentos de nuevas leyes serán abolidos por el T Partie. En dos años, la gran esperanza de la humanidad se ha visto con las manos atadas.

La imagen externa también se ha visto perjudicada. Un Nobel cuya legitimidad todavía está muy cuestionada, en parte por los despliegues militares en Afganistán, Pakistán y Libia, o por el precio que se está dispuesto a pagar por unos cuántos barriles de petróleo.

¿Qué nos queda? La triste realidad de que el mundo miró el color más que su programa político. Claro que también se perdona ya que ninguno querríamos que MCain o Sarah Palin hicieran estragos y pudieran causar un crack peor que el del 29 o una lll Guerra Mundial.

No va a cambiar el mundo, pero debemos tener confianza en que al menos no acabe con él. Estos cuatro años los ha perdido, pero esperemos que haya aprendido para los cuatro siguientes.

Juguemos a ser periodistas

Soy estudiante de periodismo, estoy en segundo. Hoy soy igual de periodista que el día en que entré. En este “palito” a la carrera que curso es inevitable hacer un ejercicio de autocrítica con mi generación.

Es posible que estemos ante una de las generaciones menos inquietas de la historia. Recuerdo que estando en bachillerato, no fui a la manifestación contra la mentira de Bolonia porque era demasiado temprano y preferí dormir. Pienso que ese es el reflejo de la mayoría de mi generación. Las asambleas están vacías, no le sacamos el poco partido que se le podría sacar a la facultad. Cuando vemos que se oferta un curso de libre configuración en un tablón preguntamos cuántos créditos dan antes de interesarnos por el tema del curso. Cuando escuchamos la palabra “optativo” detrás de la palabra “trabajo” empezamos a escuchar una musiquilla de fondo. Todo esto es cierto, pero no lo es menos que una carrera como la nuestra no motiva lo más mínimo a los estudiantes.

Estoy harto de que me repitan hasta la saciedad el esquema de Lasswell (emisor-mensaje-receptor) y sin embargo haber entrado a la radio 5 o 6 horas en dos cursos. Estoy harto de ir a clase y aburrirme, que no me aporte nada, que incluso sea factible no ir en todo un cuatrimestre a clase y que las oportunidades de aprobar el curso se mantengan intactas. Harto, por supuesto, de dar asignaturas de publicidad que me importan lo mismo que fisiología vegetal. Harto de profesores con un currículo académico envidiable pero que solo han visto la redacción de periódico en fotos, de profesores Licenciados en Prepotencia y Doctorados en Lectura de Power Point. Aunque venga del Bachillerato de Humanidades, se leer.

Por estar harto de todas estas cosas, por el desencanto general que nos causa esta carrera y por las ganas que tenemos de hacer algo relacionado, aunque sea de lejos, con el periodismo ha nacido El Café de las Cinco. Juguemos a ser periodistas.

De Superhéroes y otras Mentiras

Más de 40 años han tenido que pasar para que el pueblo libio se levante (inspirado, todo sea dicho, por levantamientos en países adyacentes) en contra de un tirano. Un ser que se autodenomina Guía de la Revolución –la pregunta es, ¿qué revolución?- y, en su empeño por aferrarse al poder, tiene la sangre fría de quedarse sentado en su presidencial jaima, probablemente riéndose de la comodidad de su existencia, mientras su pueblo, sus iguales, navegan en un mar de sangre en forma de guerra civil.

Un portavoz del gobierno libio dijo que están dispuestos a celebrar elecciones, llevar a cabo una constitución y todos esos pequeños caprichos del estado de derecho moderno, siempre y cuando se dé la oportunidad a Gadafi de presentarse. El argumento es que Occidente no puede decidir sobre el destino del pueblo libio, sino que deben ser ellos mismos los que lo formen.

Pero este no es un artículo sobre Libia. Al menos no pretendo que el tema central sea ése. Sin embargo, me llama la atención las reacciones de Occidente. Descartada cualquier posibilidad de acuerdo mediante la palabra, el “mundo civilizado” entra de lleno en el conflicto, liderados por ese paladín de la democracia que es EEUU. Y todo por el pueblo libio. Recuerda mucho a Iraq. Y es que las comparaciones son odiosas, y si hay miles de víctimas de por medio, mucho más. El conflicto iraquí acabó con más de 1 millón de damnificados, un país roto que se prevé tardará décadas en recuperarse y las arcas petrolíferas de EEUU repletas. Hay muchos Fords a los que llenar el depósito. Más comparaciones; Libia también tiene suculentos pozos de petróleo que saquear. Por si alguien no se lo cree, la prueba es clara: “Vamos a intentar cortar sus líneas de abastecimiento de combustible” ,frase pronunciada por el jefe del Estado Mayor de EEUU, Michael Mullen, y jefe de la Operación ‘El Alba de la Odisea’, responsable de las actuaciones del gigante americano en Libia.

Nos venden que salvan el mundo a diario, en parte gracias a su industria cinematográfica. Hollywood ha hecho mucho daño. Esas películas de marines y reclutas rebelados contra el general de turno que al final terminan con pelotones enteros de islamistas, comunistas o todo lo que huela a antiamericanismo con sólo mover un músculo. ¿Es esa mentalidad imperialista la que les ha llevado a ser la primera potencia mundial? Indudablemente, pero a costa de guerras, saqueos y pasar por encima de medio mundo. Lo preocupante es que, a día de hoy, lo que pase en EEUU afecta directamente al resto de la población mundial.
Sinceramente no sé quien ha nombrado a los States los salvadores del mundo. Se ve que tanta película de héroes y superhombres termina calando en la conciencia colectiva.

Putas y Rifles

He pasado casi la totalidad de mi vida formándome, aprendiendo letras, ciencias e historia. Me considero un tipo curioso, exceptuando la adolescencia claro, en la que la idiotez me sonrió, le di la mano y caminamos juntos hasta el final de esa maravillosa etapa. Recuerdo que me gustaba escuchar a los viejos de boina y aguardiente, esos que venden progresivamente su cordura en pos de una "desvergüenza", a veces chocante, que regala la senectud. He gastado tardes y tardes escuchando "batallitas" de putas y rifles, de libertad y libertinaje, de vencedores y vencidos. Por ese tiempo no tenia criterio para juzgar una Guerra tan lejana y ajena a los ojos de un niño, pero me removían lo suficiente la conciencia como para soltar perlas del tipo; "Yo voy a votá a Zelipegonzále". Qué sabía yo… quizá me sentía bien por hacer reír a progenitores e invitados en ese cuchitril que teníamos por casa, con suerte alguien me convidaría luego.

Los años pasaron, y todavía cogido de la mano de la idiotez, esa mano con la que me engominaba el cabello religiosamente todas las mañanas -qué rol tan importante juega una mano en la cotidianeidad adolescente, ¿no les parece?- creí tener el mundo dentro de mi cabeza, conocer sus estructuras, sus problemas y soluciones. Ahora, a mis veinte años, tras despedir la idiotez y con la dichosa mano algo menos predispuesta a la actividad frenética -esa de engominarme que ya les dije-, todo se me replantea. Las soluciones han mutado y ahora no son más que un saco de dudas inertes. En momentos como éste recuerdo las tardes de putas y rifles, de viejos hablando de otros tiempos. Como tantos periódicos.

Con la suspensión de Garzón por su intento de esclarecer y hacer justicia con los crímenes franquistas, vamos dándonos cuenta de que vivimos en un país donde los tres poderes abren todavía brecha en eso que llaman las dos Españas. Especial preocupación suscita que la justicia, organismo básico en el estado de derecho moderno, siga al servicio de aquellos que anhelan recuperar unos privilegios que, por fortuna, les han sido sustraídos.

Los medios no se quedan atrás en su afán de mostrar una realidad maniquea, y prestos se alinean con uno u otro bando. Dicen que no hay nada más radical que un converso. Los periodistas han mutado, son ideólogos de un movimiento a veces, generales en plena arenga otras. Los discursos que visten las páginas de opinión sangran un odio que rezuma del cadáver de lo que un día fue la objetividad.

Con tanta perorata caducada, tanto rencor en salmuera y la visceralidad de antaño mal tatuada en las sienes de los españolitos, yo me pregunto: ¿Cansaré a mis nietos con mis batallitas de putas y rifles?