Un domingo cualquiera

La pasada Semana Santa será recordada por el nefasto tiempo que aconteció a lo largo de casi toda la semana impidiendo que un gran número de cofradías salieran a la calle para realizar su estación de penitencia.

He escuchado hace poco que una de las peripecias que más les gusta a los “capillitas” es la de recurrir a efemérides para poder fardar de que lo que se está viviendo esos días es histórico. Mejor decir que vivieron una Semana Santa histórica que un fracaso estrepitoso, y así contarles a sus nietos esas batallitas de Putas y Rifles que a nuestro redactor El Café Irlandés le gustan tanto.

Caras frustradas, niños que se quedan sin salir en su primer año como nazarenos, reliquias que, un año más, quedan encarceladas en su templo sin poder ver la luz del sol, y año tras año las mismas desgracias para unos pocos desafortunados que este año, por lástima, fueron bastantes.

Pero no toda la historia vivida estos días fue motivo de lágrimas. Aunque muchos no se acuerden o no se hubieran enterado, el deporte español jugaba un bonito choque contra la semana sevillana por excelencia, y no me refiero a ese carrusel de Clásicos que está viviendo el fútbol. La Virgen de la Macarena durante un día dejó de llorar por la muerte de Joselito y esbozó una sonrisa el Sábado de Pasión al enterarse que el equipo de su ciudad, ese que une a la afición verde con la roja, había conseguido el pase para una final europea por primera vez en su historia.

El Domingo de Ramos, pues, sí fue fecha histórica para esta ciudad (que tomen notan esos capillitas para contar sus batallitas). El Cajasol llegó a Treviso con muchas ganas y ambición. No le sirvió para ganar aquella bonita final, pero al menos sí consiguieron recordarles a algunos en esta ciudad que no todo es fútbol y Semana Santa, y que una portada del periódico también la puede ocupar un modesto equipo de baloncesto. Por eso, este Domingo de Ramos, sí fue histórico

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