Europa; un espejo roto.

No cabe la menor duda que la inserción de España en la Unión Europea ha constituido uno de los mayores logros políticos de la democracia. Ser un país miembro ha propiciado un fuerte desarrollo económico y de las infraestructuras. Europa es y ha sido un espejo donde mirarnos, un cristal roto que todavía nos refleja difusos y distantes de la bonanza continental.

El despótico dominio de la UE por parte de Francia y Alemania denota una falta de igualdad en el seno político de Bruselas. Los dos grandes toman decisiones, regulan y organizan Europa en pos de un desarrollo económico jerarquizado de los países que la integran. Jerarquía que les permitirá seguir gobernando desde una cómoda hegemonía política.

Un aspecto importante de todo este entramado es el concepto de dependencia. Europa no es un solidario sistema de ayudas y apoyos entre países vecinos, se trata de una red de dependencias entre estados. Es decir, siempre estará el pudiente que dé, y su sumiso, el pobre que deba. Esta red de dependencias se traduce en favores políticos injustificados, defensa de medidas ultraconservadoras, y sobre todo en una homogeneización política en todos los países miembros. No existen la derecha o la izquierda, sólo el país que da y el que debe, la ideología muere cuando el capital prima.

Para identificarte con un concepto tan amplio y abstracto como Europa has de sentirte parte de una misma cultura, unas costumbres, una lengua, y sobre todo un nivel de vida, un mismo poder adquisitivo. Europa es tan rica como diversa en sus costumbres y culturas, preciadas virtudes pero también barreras para un mismo sentir ciudadano. El poder adquisitivo es muy desigual entre los países miembros, haciendo que la injusticia prime entre ellos, fomentando las relaciones de dependencia ya mencionadas. Lo único que nos une es un sistema económico que fracasa, el liberalismo, un mercado de fe y especulación.

Subidas y bajadas de los tipos de interés, desconfianzas que se gestan en despachos, solvencias de mentira y mentiras muy solventes, así funciona Europa, la que da, la que presta, la que empobrece y te ignora. Europa no nos miró mientras nos ahogábamos en la crisis, nos dejó a merced de la zozobra para que clamásemos una ayuda exógena, el heroísmo de Bruselas, esos que rescatan y luego chantajean.

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